24 enero 2018

Mes de escritura: Día 6: Diario


Diario

El interior del bosque estaba completamente oscuro y con el pequeño candelabro Rick no era capaz de ver poco más que sus pies mientras sorteaba hojas, raíces y piedras. Sin embargo, algo en su interior, una especie de instinto, le decía que estaba siguiendo bien el camino. Anduvo durante unos veinte o veinticinco minutos sin detenerse, dando un rodeo un par de veces donde el camino entre los árboles era impracticable. Finalmente, ahí, a lo lejos, vio la pequeña casa de madera que estaba buscando.
Sin saber por qué, corrió hasta la puerta, y se detuvo frente a ella. La casa estaba casi en ruinas, la madera parecía podrida y desprendía un olor nauseabundo muy húmedo. La puerta, sin embargo, estaba firmemente cerrada. Con una fuerte patada pudo romper el picaporte y acceder a la casa.
El interior estaba oscuro, pero con el candelabro pudo ver mucho mejor que entre los árboles. Había una mesa llena de papeles y libros a la derecha, y en ella descubrió una vela. Rick aprovechó para encenderla con la llama del candelabro, y con dos puntos de luz el interior de la casa se mostró más cálido ante él.
Una pequeña cama, situada en una esquina, estaba llena de suciedad y excrementos de animales. Multitud de moscas y otros bichos parecían haberse adueñado de ella. Rick se separó, asustado, y se golpeó con la mesa, que estaba a su espalda. Tras deshacerse de una gran telaraña que había sobre ella, buscó entre los papeles y los libros, hasta que dio con una pequeña libreta de cuero negro. Lo hojeó para comprobar qué era.
Se trataba de un viejo diario, escrito con letra muy ornamentada. ¿De quién podría ser? ¿Serían ciertas las leyendas que se contaban de aquella pequeña casa de madera? Sin duda, parecía que alguien había estado viviendo ahí, aunque daba la impresión de que había pasado ya mucho tiempo de eso. ¿Sería verdad que vivía ahí una joven imposiblemente hermosa que se alimentaba del cuerpo de los viajeros que cruzaban el bosque después de seducirles? Rick, en realidad, no creía que alguien que escribiera un diario pudiera darse al canibalismo.
Salió de la casa con sigilo y anduvo el camino de vuelta, haciendo lo posible por no perderse. En cuanto llegó a su mansión, se sentó ante la chimenea del salón y, con mucho entusiasmo, comenzó a leer el viejo diario.

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