Este país es una vergüenza a la hora de ayudarte a montar un negocio. Son todo trabas y complicaciones que no ayudan en absoluto a desarrollar una nueva empresa. Lo admito: estoy muy cabreado y todo lo que salga aquí puede ser sólo fruto de la frustración y el enfado en caliente. Y qué.
En primer lugar, dependiendo de cada tipo de negocio, se necesitan miles de permisos y mierdas que hacen que sea todo complicadísimo. En mi caso, era necesario que obtuviera, además de las licencias de higiene y salud, un certificado de manipulador de alimentos, tal y como estipulan el puto Reglamento (CE) 852/2004 del Parlamento Europeo y del Consejo de 29 de abril de 2004 relativo a la higiene de los productos alimenticios y el jodido Real Decreto 109/2010, de 5 de febrero, por el que se modifican diversos reales decretos en materia sanitaria para su adaptación a la Ley 17/2009, de 23 de noviembre, sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio y a la Ley 25/2009, de 22 de diciembre, de modificación de diversas leyes para su adaptación a la Ley sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio.
La movida, hacer un examen, pasarlo y pagar las tasas. Bien. Luego, ya con la idea de negocio totalmente preparada, con un modelo de negocio férreo y consistente, con el posiblemente mejor business plan de la historia de todas las jodidas empresas de este puto universo, formalización de la empresa. Un caos de cojones, la verdad (aunque al parecer antes era una movida mucho peor). Total: primero la administración con Hacienda. Papeles y más papeles sobre el alta en el IVA, el AIE, la declaración censal, una declaración previa al inicio de operaciones y conseguir, por fin, ese puto numerito que hace de tu empresa una empresa: el CIF.
La inscripción en el Registro Mercantil: otro lío de narices. Había problemas con el nombre de mi sociedad. La razón social de la misma no le gustaba al tío del Registro, vaya. Pollas S.L. No era un nombre que estuviera registrado. Ninguna empresa en España se llama así. Teóricamente, ese podía ser el nombre de la empresa de mi nuevo negocio. Pero no, resulta que al señorito de los cojones no le da la puta gana darme el visto bueno. Que la razón social no se corresponde con la actividad de la empresa y que según no-sé-qué ley, no se puede denominar a una empresa con un nombre malsonante. No veo qué tengan de malsonante los pollos hembra. Pero vale que era para una empresa de helados. Unos helados geniales: yogur helado con forma de pollo. Y vegano, además.
Después de mucho discutir, me voy del Registro sin la constitución de la sociedad. Bueno, pasadas las semanas decido que la empresa se llame HELADOS DE POLLO S.L. y voy al banco, al Registro, más papeleos, Seguridad Social... Hay miles de cosas, es todo una locura.
El alquiler del local lo tenía ya claro. Había apalabrado ya un local pequeñito en Chueca, que había sido ya de otra heladería que pertenecía a una cadena de heladerías. Así que tenía el material y todo listo. Pero bueno, necesitaba registrar la marca. Y, como no podía ser de otra manera, el mismo problema que me dieron en el Registro Mercantil me lo dieron en la Oficina Española de Patentes y Marcas. Fueron tres semanas de intentarlo, hablar con abogados para que me asesoraran (tengo buenos amigos abogados) y finalmente conseguí el nombre de mi marca: pollas. También registré el logotipo:
El punto era necesario. Si Tumblr lo tiene, mi marca también. No es por ninguna marca de yogur helado. Que conste. Así que parecía que ya estaba todo listo para empezar, de una vez, con la actividad empresarial. Pero no todo es tan bonito como parece. De hecho, todo es una puta mierda en este jodido país de inútiles.
Primero: todo mi material promocional (carteles, flyers, una lona para la pared del local, vinilos para el escaparate y los menús) llegaron tarde y con desperfectos. Al parecer, el color naranja de mi marca no se lleva bien con las impresoras del suministrador. Me salen de color rosa, como una marca de la competencia. Smöuy es rosa, Laollao es verde y Pollas naranja. No podía creerlo. Total: perdemos otro mes para la apertura del negocio, y más pasta que pierdo porque hubo parte del material del que no quisieron devolverme el dinero. Buscar otro proveedor y que hicieran las cosas bien fueron otras dos semanas perdidas.
Mis proveedores de las materias primas, sin embargo, trabajaron todos como auténticos profesionales y no tengo nada que reprochar. Estoy muy contento y seguiré trabajando con ellos.
Finalmente, ya está todo preparado para la apertura de Pollas, en la C/ Pérez Galdós, 15, en la zona de Chueca, el próximo 1 de mayo. He preferido darme el mes de abril de margen para posibles imprevistos. La heladera funciona perfectamente. Los moldes de forma de pollo también. Todo está listo. Estoy preparando una campaña de marketing importante, tanto de guerrilla por la zona como en redes sociales. He contactado con medios especializados en helados para que hablen de Pollas en los próximos días.
El 1 de mayo, señoras y señores, será una fiesta. Bienvenidos a mi nuevo proyecto. ¿Queréis un helado?
(Este texto es un relato de ficción. Nada de lo escrito en él debe considerarse en serio.)