Existen tres maneras de abordar cada tema, cada idea, cada elemento de la vida. La investigación, la búsqueda y la casualidad.
La primera se basa en acercarse al tema de manera científica, con diferentes métodos que no pueden evitar estar sesgados, casi siempre basados en teorías previas que pueden no ser adecuadas para el elemento que nos ocupe. En la investigación no se pueden evitar los prejuicios.
La búsqueda es la versión espiritual de la investigación. La diferencia radica en la motivación que te lleva a acercarte al tema: no es curiosidad, es necesidad. Sale de dentro, de la parte más complicada de entender: la espiritual, la esencial.
Por último, está la casualidad, que te hace llegar al tema de improviso, sin desearlo, sin premeditación: es coincidencia, o tal vez sea el juego del destino moviendo sus hilos, hilvanando nuestras vidas.
Al amor se puede acceder de estas tres formas, sin lugar a dudas. Y creo que es un ejemplo bien claro para comprender la diferencia de cada una de ellas.
En primer lugar, uno puede investigar el amor, como hacen los psicólogos (y los que escriben libros de autoayuda de mierda). De esta manera, te basas en estudios anteriores, en lo que dijeron los filósofos y psicólogos en sus ensayos. Abordas el tema de una manera teórica, sesgada desde el primer momento, siempre con la mirada en el pasado y en lo que ya se dijo. Es una forma completamente legítima y necesaria de abordar el tema del amor. Las tres maneras son necesarias, en todos los conceptos de la vida.
La segunda manera de acceder al amor es la búsqueda. Esto se refiere conceptualmente a la tarea personal y práctica de abordar el amor, pero de una forma concienciada y definida. Un ser humano que busca el amor lo hace por necesidad de su espíritu, dejándose llevar y acercándose, quizá con miedo, quizá con valentía, a lo que el amor tiene preparado para él. A lo que surja, sin ambages, sin rodeos. Aquí no hay sesgo o prejuicios que valgan: estás abierto a descubrir desde tu esencia, todo vale.
Y en último lugar está la casualidad, la suerte, la coincidencia. El amor a primera vista, el que no es buscado pero aparece y funciona, el de todas las pelis del mundo. La casualidad es parte importante también de cómo se aborda un tema, de cómo llega el conocimiento y la verdad a cada uno. Las tres maneras de acceder a un tema son necesarias, y posiblemente sean todas parte de un mismo entramado, una red invisible que hace que nos relacionemos con los conceptos.
Igual que el amor, la magia puede abordarse desde estas tres experiencias. Por mi parte, he llegado a tres conceptos de magia diferentes, a cada uno a través de un método distinto.
A través de la investigación, me centro en el concepto de magia más oscuro y desconocido, a través de los libros ensayísticos y estudios históricos. Este concepto de magia es el que está ligado a aquello que tanto se temía en la Edad Media y que procede de los pueblos precristianos, de los celtas, los vikingos y otros pueblos que se asentaban en nuestro continente hace miles de años. Este concepto ha ido virando y deslizándose entre los pliegues del tiempo y se puede relacionar directamente con temas como el esoterismo, el tarot, la adivinación, el espiritismo, las neoreligiones como la wicca y el druidismo y los programas del rollo de Sandro Rey que se pueden ver en canales raros de la TDT a altas horas de la madrugada. Sin embargo, la esencia es de lo más interesante, y se ha escrito mucho, tanto desde un punto de vista escéptico y periodístico-histórico, como desde un punto de vista crédulo y dogmático. Sea como sea, esta manera que tengo de acceder al concepto de la magia está basada en prejuicios, sin duda gran parte de ellos procedentes de la cultura cristiana que desde la prohibición de la magia y la quema de brujas hace años ha propiciado un acercamiento temeroso a este concepto.
A través de la búsqueda llegué a la cartomagia, al ilusionismo. Un concepto de magia completamente distinto al anterior, siendo para mí un pilar importante. Es la búsqueda, la necesidad, mi vena artística (que es la que me hace vivir) la que me llevó a aprender a hacer magia, a querer mostrarla al mundo, a disfrutar de la ilusión, de lo inesperado, de la fuerza misteriosa del asombro. Ciertamente, la búsqueda me ha llevado a otros derroteros mágicos que no son relevantes en este texto, pero que podrían estar más cerca de un concepto de magia más espiritual, como la conciencia plena de un todo cósmico, la espiritualidad unida a la magia, el saber que todos somos uno, y toda la búsqueda que pueda desarrollarse en ese sentido espiritual mágico que está relacionado con las religiones orientales (especialmente las hinduístas y algo del budismo). Pero es la magia de Juan Tamariz, la de Jorge Blass, la de Arturo de Ascanio la que he encontrado a través de la búsqueda, la que sigo buscando.
Y la casualidad, tan preciosa como la magia y el amor. La casualidad vino en forma de literatura. Vino de la mano de J.K. Rowling y sus alumnos de Hogwarts. Y de ahí pasó a Eragon, a Memorias de Idhún, a Narnia, la Tierra Media, La Historia Interminable, Cazadores de Sombras, Canción de Hielo y Fuego y un larguísimo etcétera hasta lo más reciente que me ha llegado por casualidad, que es la serie The Magicians, y los libros en los que está basada. Laura Gallego tiene un libro llamado Mago por casualidad (que no he leído aún). Es posiblemente el motivo por el que yo sea mago: la casualidad. Pero sin las otras dos ramas, sin la investigación y la búsqueda, la casualidad no puede hacer nada sola.
Y qué pesado soy y tú qué haces leyendo esto, de verdad. Ten vida. Busca el amor, investiga la magia, cásate con la casualidad.
Y sé feliz, eso siempre.