28 diciembre 2013

Underground stories (1)

Conoció al jirafante en el metro. Os engañaría si os dijera que fue cosa del destino porque, en realidad, nada de aquello estaba predestinado; fue la más pura y preciosa casualidad quien decidió que debía ocurrir así.
Eran las nueve y cincuenta y dos de la noche y Nombre estaba esperando al metro en la estación cuando vio al jirafante bajar las escaleras. Era un ser curioso, de piel verdosa y larga cabellera rojiza. Unos ojos enormes, verdes, brillantes, miraban al frente entre distraídos y cansados. Las manos en los bolsillos denotaban un aire de dejadez que iba a juego con la raída cazadora de cuero.
El jirafante esperó al metro a una distancia prudencial de Nombre. Pronto llegó el tren y ambos entraron. Sin pensarlo, se sentaron el uno al lado del otro, a pesar de que el vagón estaba vacío y podían haberse sentado todo lo separados que quisieron.
No se dirijieron la palabra hasta pasadas dos estaciones.
"Qué ser más extraño tengo al lado", pensó Nombre.
Tú sí que eres raro, respondió una voz en su cabeza.
Era una voz dulce, aterciopelada, la voz que tendría el amor si pudiera hablar. Era un jirafante hembra, desde luego.
"¿Qué cojones?", se dijo Nombre. "¿Pero qué...?"
¡Oh, la vida, que te da sorpresas!
Nombre se giró para mirar al jirafante que tenía al lado. Ella le estaba mirando fijamente con esos espectaculares ojos verdes que comían el cielo y asfixiaban la materia como si fuera rocío de la mañana.
"Me estoy volviendo loco."
El jirafante cambió su expresión. Ahora miraba a Nombre casi con ternura.
No, no te estás volviendo loco, dijo la voz en su cabeza, estás descubriendo la verdad.
Nombre se levantó del asiento, asustado, y miró de frente a ese ser pelirrojo que tenía delante.
-¿Tú estás haciendo eso? ¿Me estás hablando con la mente? ¿Me estás... leyendo el pensamiento? -dijo Nombre en voz alta.
Menos mal que no había nadie más en el vagón.
Me llamo Saira. Soy un jirafante. La gente como yo se comunica así, compartiendo pensamientos. No necesitamos hablar.
-Pero... -empezó Nombre, antes de darse cuenta de que no necesitaba hablar.
"Pero ¿de dónde has salido? ¿Qué es eso de jirafante?", preguntó en su mente.
Somos una especie más, como los humanos. Sin embargo, no muchos de vosotros puenden vernos. Y tampoco todos los jirafantes somos visibles para todos los humanos, escuchó Nombre en su cabeza. Si tú puedes verme es porque hay algo que tenemos en común, un vínculo que nos ha unido.
"¿Un vínculo? No, esto... esto es demasiado raro. Debo de estar soñando. Esto no puede ser real", pensó.
Claro que es real, chico. Por cierto, ¿cómo te llamas?
"Nombre, me llamo nombre", dijo el muchacho para sus adentros.
Jajaja, rio la voz en su cabeza. ¡Qué nombre más curioso!
"Sí.. es curioso... Pero esto que está pasando sí que es curioso. Y raro, muy pero que muy raro."
Nombre se acercó al jirafante y la miró a la cara con detenimiento.
"Eres hermosa", pensó. "La piel verde es un poco rara, todo hay que admitirlo, pero eres... hermosa."
El tren paró al llegar a la siguiente estación y entraron algunas personas. Nombre se sentó al lado de Saira, extraño.
"Entonces... ¿ellos no pueden verte?", preguntó al jirafante.
No, a no ser que haya alguno más como tú. Pero, aunque no me ven, sienten mi presencia. Ninguno va a sentarse en este asiento. Aunque no me vean, no van a querer sentarse. Es un instinto que tenéis.
"Vaya", pensó. "Se me hace raro hablar así contigo y que nadie pueda verte. Es como si estuviera loco."
Lo estás, dijo la voz de Saira en su cabeza. Estás loco, amigo.


(Continuará.)

26 diciembre 2013

Quiero hablarte

Quiero hablarte de luces apagadas,
de guiñarte un ojo y llamarte puta,
de morirme si me tocas los labios
con las pestañas.

Quiero hablarte de besos sin medida,
de metros sin saliva,
de miradas hasta el fondo
tan calientes que no saben.

Quiero hablarte muy bajito
para que nos oigan los secretos,
tan bajito que los sueños quieran ser
cada próximo susurro de tus labios.

Quiero hablarte sin rodeos,
dar mil vueltas a tu cama,
deslizarme por tu espalda,
morir de vértigo en tus caderas.

Quiero hablarte despacito,
que cada palabra sea un milenio
de despistes, de fatigas,
tan cansada que no duela.

Quiero hablarte y sonreírte,
regalarte mil historias,
nuestras vidas, las de otros,
fugarme hasta el amanecer.

Quiero hablarte y quiero olerte
el pelo tras la batalla,
dos sudores frente a frente,
tu herida contra mi espada.

Quiero hablarte, quiero verte,
con las luces apagadas,
y decirte que te quiero.
Pero sin usar palabras.

Quike D-B

24 diciembre 2013

Cover de "Canción de autoayuda", de Marwan

Me la he jugado y he destrozado la canción, lo sé. Estáis avisados.



¡Espero no haber destrozado vuestros oídos demasiado!

09 diciembre 2013

Positivo

Positivo

Nunca empieces un poema con la palabra "nunca",
no sueñes más allá de lo permitido
y sáltate las reglas de dos en dos,
que de una en una se sienten solas.

Mírale a los ojos y dile
que es la más guapa de todo el planeta.
Luego cuéntale que conociste a otra
en los reinos de la Fantasía
que solo era un poquito más guapa que ella.
Solo un poquito.

Tampoco es que esto sea un concurso
de belleza
ni de piropos.
Dile que es como un poema,
dile que no tiene huevos a besarte.
Dile que se vaya a la mierda,
que quieres acompañarla.
Que con ella vas a donde sea.

Vete de fiesta a una biblioteca,
que es una discoteca en la que las palabras bailan.
Abraza a esa chica que has visto por la calle
porque sí,
porque estás de puta madre.

Córtate el pelo con las tijeras de la cocina
en el salón de tu casa
y tira tus pelos por la ventana.
Escribe una nota de amor en un avión de papel
y hazlo planear sobre las aceras.

Sube a la montaña más alta de tu ciudad
y grita
que la quieres.
Hazlo con todas tus fuerzas.
Entre seis y nueve veces.

Regálale una flor de un jardín privado,
una estancia en el hotel de tus besos,
abrázala tanto que os dé frío separaros,
supérate,
sonríele a la tristeza de la rutina,
ve en bici al trabajo o a clase o a tomar unas cervezas.

Ve a un parque a columpiarte
porque eres todavía un niño,
porque vas a enamorarte mil veces
y porque vas a enamorar a diez mil chicas
cada día de tu vida.

Dale una moneda a ese tío que pide en la calle
o invítale a una caña, joder,
pregúntale por su vida,
hazle reír y ríe con él.

Haz de este mundo un lugar mejor
y no te olvides nunca
de que molas
un huevo.

Quike D-B

02 diciembre 2013

Donde duermen los niños

La habitación de cada persona representa mucho sobre ella. Una habitación habla de los gustos de quien la habita, de su cultura, de su forma de ser, de su vida. O puede que no.

James Mollison, nacido en Kenia en 1976, creció en Inglaterra y estudió Arte y Diseño en la Oxford Brookes University y Cine y Fotografía en la Escuela de Arte y Diseño de Newport. Viajó a Italia y estuvo trabajando como creativo para Benetton. Su último libro se llama Where Children Sleep y cuenta las historias de niños de todo el mundo con un retrato de cada uno y una foto de sus habitaciones. 

Cada niño tiene su historia, todas diferentes, de distintas partes del mundo, con distintas circunstancias. Y cada habitación cuenta la historia de cada niño. Sus habitaciones sirven como entorno cultural. Os dejo algunas de las fotos, con el nombre, la edad y la localización de cada niño. 

Bilal, 6 años, Wadi Abu Hindi, Cisjordania



Indira, 7 años, Katmandú, Nepal



Ahkohxet, 8 años, Amazonas, Brasil



Dong, 9 años, Yunnan, China



Anonymous, 9 años, Costa de Marfil



Alex, 9 años, Río de Janeiro, Brasil



Bikram, 9 años, Melamchi, Nepal



Tzvika, 9 años, Beitar Illit, Cisjordania



Douha, 10 años, Hebron, Cisjordania



Joey, 11 años, Kentucky, Estados Unidos



Lamine, 12 años, Bounkiling, Senegal



Rhiannon, 14 años, Darvel, Escocia



Risa, 15 años, Kioto, Japón



Netu, 11 años, Katmandú, Nepal



Estas imágenes me han parecido muy impactantes y me han hecho reflexionar. Por eso he querido compartirlas con vosotros. Para que penséis sobre ello. Sobre las diferencias culturales. Sobre la vida de niños y niñas en situaciones muy diferentes. Sobre vuestra vida.

¡Un saludo!