30 enero 2018

Mes de escritura: Día 12: Escritorio


Escritorio

Lena se acercó a la pizarra y con el borrador se dispuso a borrar lo último que había escrito en esa tarde. Ya se había ido el último de los alumnos y la clase estaba vacía y triste. Así es como le parecía siempre la clase cuando no había niños dentro: vacía y triste. Vacía y triste, como estaba dejando la pizarra en ese momento, sin ningún dibujo, sin ninguna frase, sin ninguna palabra. Vacía y triste, como veía su vida desde que se fue Alberto. Ya habían pasado siete meses desde la ruptura. Siete meses en los que Lena no había sido capaz de pasar página. Siete meses en los que se había sentido vacía y triste.
Miró el escritorio principal, el del profesor, donde ella nunca se apoyaba, en el que jamás corregía, que siempre mantenía intacto, vacío y triste. Se trataba de una mesa grande, de color verde claro. Era lisa y suave y no tenía ninguna marca, no como ocurría con las mesas de los alumnos, donde ellos dejaban sus firmas, sus señas de identidad. No en la mesa del profesor. Era una mesa seria, un escritorio al que Lena no daba uso. En el que no escribía. Un escritorio que no cumplía su función. Como Lena con su vida, pensaba ella.
Cogió su bolso del suelo, situado al lado de la silla del profesor, y salió de la clase después de echar una última y triste mirada al interior. Se iba de ese colegio para siempre. Se iba de esa ciudad. Finalmente, volvía a Alemania, vacía y triste.

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