Tuve tanta suerte de poder compartir el verano con vosotros
que aún no me lo estoy creyendo.
Y mirad que hicimos el idiota.
Y no pasaba nada.
Desde que entramos en el coche
yo ya la estaba cagando
y la culpa será mía, como siempre,
por mucho que se la eche al Google Maps.
Que íbamos a toda velocidad
por la autopista
y de casualidad nos adelanta un Polo gris
a ciento cincuenta
cargado de chicas.
Perseguirlas fue toda una aventura.
Llevaban el mismo camino,
pero fue culpa mía que nos metiéramos por la autopista de peaje
y perderlas
joder
que lo genial que habría estado conocerlas no puedo ni imaginarlo.
Y Carlos durmiendo y haciéndole fotos.
Que llegamos y nos dan un apartamento más grande que lo que habíais alquilado
y qué cojones
el viaje acababa de empezar y parecía que no hay nada mejor que vivir con vosotros.
Nos alimentábamos a base de pasta,
íbamos a la playa,
bebíamos en la terraza
jugando al simio con Jero y sus amigos.
Y sus amigas.
Aunque nosotros ya teníamos.
Bueno, vino la rubia un poco más tarde
pero a ella todo se le perdona.
Y Sara, que estaba al lado, no pudo evitar venirse.
No recuerdo el orden de las cosas.
Diez días a vuestro lado acostumbra tanto
que parece mucho más tiempo.
Sé que una de las noches iba tan borracho que me subía por las paredes
y os contaba mis fracasos amorosos
pero eso no lo sabía
y no llegué a saberlo hasta que me lo contásteis.
Estuvo el día de la guerra de barro en la playa
cuando Ana y Sara fueron sorprendidas por un buzo
en el fondo del mar
como vinieron al mundo.
Y jugar al voley.
Y las patatas que nos hizo Sara,
que es una gran cocinera,
y alimentarse también de alitas de pollo.
Y alimentar al gato que había abajo,
eso solo puede vivirse, y no contarse.
Fue mi cumple -y sabéis que no me gustan-
pero fue genial lo de la fiesta del agua.
Y la de cervezas que tomamos
y Rafa borracho dando un paseo solo
y yo mezclando dos rones con cerveza y coca-cola.
Tomar chupitos en el pueblo
y tanto alcohol no puede ser bueno.
Era tan sencilla nuestra convivencia que daba igual andar en calzoncillos
por el apartamento.
Y Fer haciendo de chófer.
Y Barcelona y el arroz negro de cena,
que cómo nos pusimos.
Fer tomó unas croquetas.
Volvimos de noche y todos nuestros móviles estaban sin batería.
Malditas carreteras, a oscuras,
todo lleno de obras,
que Rafa no veía bien
y nos acojonamos un poco.
Y Valencia,
la Ciudad de las Artes y las Ciencias,
los monumentos,
tomar algo guarro por la calle a media mañana,
ver a Ana Mari y tomar una fideuá
y dos jarras de sangría.
Que hubo de todo y me dejo mil cosas.
Las fotos en la playa con Sara y Ana.
La cerveza en el pueblo con el grupo de Jero y el de Suu,
y yo rodeado de chicas.
Y el billar.
Y el Arenal Sound, por fuera.
Y recitaros poemas.
Y tocar la guitarra
y cantar la canción del sapo y el mono violador.
Y McBready y la carta que le mandó a Ningüi.
Y montones de fotos y recuerdos.
Rafa, Fer, Carlos, Ana, Sara.
Y toda la gente de alrededor.
Gracias.
Quike D-B
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