Se ha hecho tarde para decírtelo
pero no quiero que te quedes
sin saberlo.
Cuando empezó todo las historias eran poemas
que se me quedaban cortos.
Tú escribías hacia dentro
y entre nosotros se quedaban las miradas
y los azulejos.
Luego empezaron las vueltas a casa
y casi parecía que, coño,
esto estaba funcionando.
Era como si la poesía fuera un camino
lleno de letras que actuaban como flores.
Jugábamos con las palabras
y yo no dejaba de darme hostias contra tus cristales.
Y me daba lo mismo,
porque podía verte detrás de ellos.
No sé cómo pudo irse todo a tomar por culo.
La cosa tuvo su gracia y duró lo suyo
y aprendí a valorar las palabras
y a leer entre líneas de versos en prosa
y camas vacías.
Que no todas las sábanas
tienen que ver con la sexualidad.
Que hasta los poemas más surrealistas guardan un sentido
que tiene que ver con el arte.
Y nos hartamos de arte,
de tanto acompañarte parecía que sabía
cuando en realidad no tenía ni puta idea
(y sigo sin tenerla).
Tenía las gafas llenas de mierda
y el corazón lleno de sueños.
Quiero hablarte de todo lo bonito que habíamos creado juntos sin saberlo,
que yo no regalo mis púas de guitarra a cualquiera.
Da igual, vas a leer esto y vas a pensar "¿Qué cojones?".
No hace falta ni que respondas.
No es por ti.
Es por mí.
Tú vales mucho más que estos versos
y yo ya me estoy buscando la vida
para escribirlos con los ojos cerrados
y el corazón abierto.
Como las heridas.
Porque hablamos de heridas abiertas
y piernas cerradas
y cigarrillos
que nunca más se van a fumar.
(Tú lo sabes mejor que nadie, que has pasado al siguiente nivel).
Y todo esto en realidad no sirve para nada
porque no hace falta que sirva;
el arte no tiene función,
sólo motivación.
Un poco más o menos como yo,
que no sirvo para nada
pero aspiro a bañarme en estos versos de tinta
con la que no te pintabas los ojos
y que no te hacía falta para estar guapa.
Sucedió todo tan rápido que no me di cuenta de que ya era verano
y ya hablamos del verano pasado
y aquí sigo con cara de tonto
sin haber cambiado nada.
Podrá parecer que esto es una historia real
pero tú y yo sabemos que sólo es un sueño.
Porque soñamos demasiado cerca.
Enrique Suanzes (Quike D-B)
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cuando en realidad no tenía ni puta idea
(y sigo sin tenerla).
Tenía las gafas llenas de mierda
y el corazón lleno de sueños.2