Ando desamparado
entre ruinas de castigos
y botellones
y castillos de cartas que se han derrumbado mil veces
sobre la tumba de mis sentimientos.
Y como están muertos y sepultados
ya les da igual que juegues
con ellos,
contra ellos,
pero siempre doliendo.
Ya les da igual sentir el fin del mundo en los labios.
Hubo un tiempo en el que soñé con princesas
y ahora, de tanto que me lo habéis dicho,
las he matado a todas
por ser unas putas.
¿Se lo merecen?
Llevan los labios pintados en una sonrisa pícara
y sólo quieren hacerse las duras
para que las abras de piernas.
El amor ha muerto, pisoteado por sus tacones.
Entonces aguanto la respiración
y me sumerjo en el Red Label,
whisky, güisqui, indefinido,
y me ahogo de pena y solo,
que es la peor manera de ahogarse,
sin nadie que pueda rescatarte.
Y siento que se os desgarra el pecho
de tanto escote que lleváis
y que floto muerto sobre aguas de relámpagos en tormentas de amor de verano.
Se ha acabado la botella
y no he empezado a quererte,
princesa.
Las borracheras pasan una a una
por el calendario
y las princesas siguen escondidas en la torre del castillo.
Ellas jugan a las cartas
y hacen el mono,
y bailan bajo el agua,
que eso se les da muy bien.
Pero siempre escondidas.
Tienen miedo a extraviar la simpleza de existir.
Las princesas están escondidas bajo vuestro maquillaje
y vuestros vestidos,
ocultas detrás de cada una de vuestras conquistas,
soltando lágrimas de pena
y de dolor de pies a las seis y media de la mañana.
Y las ahogáis bebiendo vuestro ginebra barato
sin saber que ellas beben amaneceres,
estrellas fugaces,
abrazos bajo la luna
y poemas a flor de piel.
Porque vale que el amor ha muerto
pero no podéis matar a las princesas
porque ya las he matado yo.
Ya no quedan princesas,
solo quedan vívoras
y brujas.
No me mires así, princesa,
que no tengo ganas de ti
ni de tu veneno de verano.
Tanto alcohol os está nublando la mente
y no es fácil decirlo sin que os molestéis
porque no quiero llamaros "guarras"
pero sois a veces tan putas que no podéis ni soportarlo.
Ya no es por mí, que tengo la soledad tatuada en la piel,
sino por vosotras, que luego lloráis porque os sentís sola sin vuestro príncipe azul.
Princesa,
esto se ha acabado.
Enrique Suanzes
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