La vida es un viaje en tren y a veces pisamos estaciones.
La vida es un árbol largo y podemos posarnos en sus ramas a medida que ascendemos por su tronco.
La vida es un ciempiés y nos ayudamos con cada uno de ellos para seguir avanzando. Seguir avanzando. Seguir avanzando.
La vida es el camino de tierra de un cementerio. Morimos en cada una de las tumbas con las que nos cruzamos. Pero siempre permanecemos. Siempre permanecemos.
Permanezco pero avanzo, no puedo detenerme.
Nada puede detenerme.
He perdido el control y no puedo parar, apártate de mi camino.
Yo no quiero hacerte daño pero no sé cómo evitarlo.
La vida es la vida es la vida.
Dejar la mente volar y llorar y reír es a veces tan parecido. Tan difícil. Tan te quiero que se esconde detrás de vete de aquí que no te quiero doler.
Los sentidos asustan más que los monstruos.
Abrazo todas las noches un monstruo de peluche de espinas.
¿Cómo podemos detenernos si no tenemos el control, si no sabemos siquiera cómo empezó a rodar? Somos una película que no llega a Crepúsculo cuando aspirábamos a ser algo de Tim Burton.
Nos brilla la muerte. Nos deja ciegos.
Permanecemos porque no sabemos si queremos irnos. Permanecemos porque siempre nos estamos yendo. Esperábamos que nos mataran los dedos de Bram Stoker pero dejó de escribir.
Todo fluye, como la sangre que cae por un desfiladero de piel de muerte, dulce, letal.
Todo fluye y sin embargo estamos colapsados y no sabemos nada. No tenemos el cuchillo agarrado por el mango, nos estamos cortando las manos con este filo de hielo de lágrimas.
Todo esto son sólo palabras. Sólo palabras.
Palabras que discurren por las aceras de una ciudad en ruinas, palabras que son fango y ceniza, palabras que no se pueden sostener a sí mismas.
Todo esto es lluvia que cae, nos cala, y se va. Nos evaporamos.
No puedo parar pero permanezco pero siento y no quiero sentir.
Sentirse estancado en un mundo que no deja de girar y girar, dejarse llevar sin controlar nada, brotar de la tierra porque se extravió una semilla. Ser el árbol diferente. No encajo.
No sé quién soy qué quiero ser dentro de cinco años qué estoy haciendo con mi vida.
Avanzo porque el mundo avanza. Caigo por la inercia, estoy siempre rodando por el suelo, clavándome los cristales.
Veo una línea en el suelo y creo que es por donde debo seguir, pero voy dando tumbos, todo gira, todo es blanco y negro. Suenan canciones de la adolescencia.
Si no sé dónde estoy ni cómo he llegado aquí, cómo voy a saber adónde ir. Cómo querer seguir.
La vida es un árbol largo y podemos posarnos en sus ramas a medida que ascendemos por su tronco.
La vida es un ciempiés y nos ayudamos con cada uno de ellos para seguir avanzando. Seguir avanzando. Seguir avanzando.
La vida es el camino de tierra de un cementerio. Morimos en cada una de las tumbas con las que nos cruzamos. Pero siempre permanecemos. Siempre permanecemos.
Permanezco pero avanzo, no puedo detenerme.
Nada puede detenerme.
He perdido el control y no puedo parar, apártate de mi camino.
Yo no quiero hacerte daño pero no sé cómo evitarlo.
La vida es la vida es la vida.
Dejar la mente volar y llorar y reír es a veces tan parecido. Tan difícil. Tan te quiero que se esconde detrás de vete de aquí que no te quiero doler.
Los sentidos asustan más que los monstruos.
Abrazo todas las noches un monstruo de peluche de espinas.
¿Cómo podemos detenernos si no tenemos el control, si no sabemos siquiera cómo empezó a rodar? Somos una película que no llega a Crepúsculo cuando aspirábamos a ser algo de Tim Burton.
Nos brilla la muerte. Nos deja ciegos.
Permanecemos porque no sabemos si queremos irnos. Permanecemos porque siempre nos estamos yendo. Esperábamos que nos mataran los dedos de Bram Stoker pero dejó de escribir.
Todo fluye, como la sangre que cae por un desfiladero de piel de muerte, dulce, letal.
Todo fluye y sin embargo estamos colapsados y no sabemos nada. No tenemos el cuchillo agarrado por el mango, nos estamos cortando las manos con este filo de hielo de lágrimas.
Todo esto son sólo palabras. Sólo palabras.
Palabras que discurren por las aceras de una ciudad en ruinas, palabras que son fango y ceniza, palabras que no se pueden sostener a sí mismas.
Todo esto es lluvia que cae, nos cala, y se va. Nos evaporamos.
No puedo parar pero permanezco pero siento y no quiero sentir.
Sentirse estancado en un mundo que no deja de girar y girar, dejarse llevar sin controlar nada, brotar de la tierra porque se extravió una semilla. Ser el árbol diferente. No encajo.
No sé quién soy qué quiero ser dentro de cinco años qué estoy haciendo con mi vida.
Avanzo porque el mundo avanza. Caigo por la inercia, estoy siempre rodando por el suelo, clavándome los cristales.
Veo una línea en el suelo y creo que es por donde debo seguir, pero voy dando tumbos, todo gira, todo es blanco y negro. Suenan canciones de la adolescencia.
Si no sé dónde estoy ni cómo he llegado aquí, cómo voy a saber adónde ir. Cómo querer seguir.
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