Yo no vine aquí a venderos mi poesía.
Porque las despedidas no se venden,
ni los sueños,
ni la melancolía,
ni las oportunidades perdidas
a tira y afloja,
ni los "te comería entera",
ni las palabras que me callo.
Como si pudiera algo de eso venderse.
Como si cupiera todo eso en un libro.
Ni las cervezas pueden venderse cuando se las considera poesía
y casi todas lo son.
Puedes maquetar un libro de poesía todo lo bonito que quieras,
currarte mucho la portada,
hacer tiradas de tres mil ejemplares
o una edición limitadísima de cinco ejemplares numerados.
Puedes hacerlo por tu cuenta o conseguir una editorial,
puedes poner precios miserables
o sajar al prójimo y su bolsillo.
Puedes vender si quieres esos trozos de papel
preciosa y precisamente superpuestos
y vender esas manchas de tinta y sangre que algunos llaman palabras.
Pero sólo venderás palabras.
Que si voy a andarme con rodeos daré una vuelta al mundo sobre mi cama.
No voy a venderos mi poesía:
voy a ayudaros a sentirla.
Porque todos podemos sentirla
(aunque no lo sepamos)
en infinidad de situaciones,
en vagones de metro,
en la basura que cubre las calles de Madrid,
en los ojos de un anciano que cruza la calle,
en el mendigo que pide a la puerta de la iglesia.
Los putos semáforos nos hablan de poesía con sus luces
y yo nunca he visto un semáforo a la venta.
Una vez pensé que compraba poesía cuando compraba un libro.
Lo leí una primera vez y, sí, fue bonito,
pero no fue nada.
Más tarde aprendí a leerlo,
a sentir la poesía sin palabras,
a navegar entre las olas de la vida
y sin pensar siquiera en tus ojos
ni en tus caderas.
No hay más poesía que la del ser humano.
Te vendería la poesía de mi cuerpo,
envolvería mis manos para regalo
y te daría un trocito de mis pensamientos.
Todo eso sería una tontería
y todos lo sabemos.
No hace falta que nos vendamos
ni que nos vendemos las heridas.
Es mejor regalar las heridas abiertas
y el corazón a flor de piel.
Nunca soñé con pensamientos.
No voy a engañarte,
todo lo que te dije sobre los poemas era puro postureo.
Las frases bonitas que tanto os gustan
solo son palabras que no pueden compararse con ningún abrazo.
Todos esos besos de los que escribo,
si no los sientes,
es como si no existieran.
Y ¿qué voy a saber yo de un beso?
¿Qué coño sabrán mis labios inexpertos?
Y os hablo de caricias cuando no he tocado ninguna espalda.
Y os cuento sensaciones que nunca sintieron estos dedos.
Sí, puede que sea un mentiroso.
Pero voy a venderos la poesía
porque eso sería engañarme a mí mismo.
Quizá os acabe vendiendo un libro más,
universos paralelos a este,
sentimientos que podrían existir en otros planetas donde yo sería un milagro.
Os venderé palabras de amores de fantasía,
que al fin y al cabo soy un escritor
de los que escriben para evadirse.
No importa que lo creáis o no.
Sólo serán fantasías,
y es lícito venderlas.
No voy a venderos poesía, no.
Voy a venderos Uni-versos limitados,
versos fantásticos,
mentiras profesionales.
Espero que lo entiendas tú también, querida.
Sobre todo tú,
que ni existes
ni sabes que estás escrita.
Quike D-B
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