14 noviembre 2013

Madrid

He salido de la universidad y he ido a comprar un paquete de folios y eso era normal.

Luego no sé por qué he llegado hasta Tribunal y he empezado a fijarme en las cosas, en la gente.

Fuencarral está llena de basura pero está
bonita.

La gente es bonita.
Es raro que yo diga esto.
Pero es cierto.
Esa chica pelirroja que ha pasado de la mano de un skater. Él llevaba la tabla en la otra mano y he pensado que eso era estar de la mano de sus dos amores.

Me he cruzado con una chica que llevaba un sombrero y un jersey que se transparentaba
y con otra que llevaba el pelo azul y tenía un septum en la nariz.
Y he pensado que la gente es bonita.

Una pareja de punkis delante del mercado de Fuencarral.
Están de obras en la puerta.
Pasa gente bonita.
Esa señora mayor con su carrito de la compra,
esa chica que reparte folletos.

El chino de aspecto metrosexual que mete unas cajas en Glam.
Dos señores que se dan la mano
cerrando algún trato
delante de un local en venta.
Esa gente que sale a la calle para fumar
reivindicando que están vivos.

Como tú, Madrid.

Madrid está sucia,
pero está viva.

He llegado a Montera.
Pasaba gente en bici y he echado de menos a la mía.
Tengo muchas ganas de montarte, pequeña.
No te imaginas cuántas.

Hay gente bonita pero Sol está llena de basura.
Una plaza como tú no merece tanto daño.
He vuelto a Gran Vía y he bajado por la acera que estaba al sol.

Gran Vía es una de esas calles que enamoran
por su gente.
Por los que venden la lotería,
los repartidores de folletos,
los extranjeros,
asiáticos,
eslavos,
negros,
americanos del norte y del sur.

Gran Vía está triste con tanta basura acumulada por las aceras
pero he llegado a pensar que eso la hace bonita
de alguna manera.

Tantas latas de cerveza
por sus esquinas
resplandeciendo al sol.

Pasada la Chocita del Loro
he visto la calle vacía.
He parado en el semáforo y he pensado "¿Y la gente?".
Los semáforos.
Te paras ante un muñequito de luz roja que te incita a cruzar.
Los semáforos.
Otro día hablaré de sus colores.

El caso es que he pensado que la Gran Vía
por un momento
estaba vacía.
Pero no: es que estaba limpia.
Casi parecía que el suelo brillaba,
era una representación del estilo minimalista de las aceras.
A la izquierda, unas enormes bolsas de basura azules
eran como una medalla,
como un trofeo: "estoy limpia".

Al llegar a Plaza de España volvía a haber basura por los suelos. La Gran Vía termina en el número ochenta y seis. Ese número tiene algo de mágico,
no me preguntes qué.

Madrid está bonita porque su gente es
bonita.
Y ahora en el autobús vuelvo a mi casa
feliz con mis quinientos folios
y escribiendo sobre mi ciudad,
mi chica,
mi niña.

Estoy enamorado de ti, Madrid.

2 comentarios:

  1. Jo, qué cosa tan bonita, Quike. Sí que es bonita Madrid, sí. Ahora tengo muchas más ganas de volver.

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