25 noviembre 2015

Porque no puedo estudiar, escribo

Fui una luz un día, y volé por los cielos y era de noche y las sombras querían acabar conmigo pero yo era luz luz luz. Era un gato muerto/vivo/no-sabe-no-contesta debajo de una caja. 

Fui silencio en un concierto de rock, el cable que llevaba la magia de las cuerdas desde la guitarra hasta el ampli. Era una niña que se caía al suelo, miraba a su alrededor, y sólo lloraba si había alguien. 

Fui el hospital donde me ingresaron cuando un coche quiso pasar por encima de mí por mi culpa, aunque solo tenía seis o siete años y faltaba poco para las navidades. Era el olor a bizcocho cada vez que mi madre decide hacerlo de merienda.

Fui, tantas veces, una estrella que se apagaba a años luz de tus ojos, que no se daban cuenta porque estaban tan lejos que las distancias ya no tenían unidad de medida, sino de tiempo. Era un "sí, quiero" en la boda de una película sin presupuesto. Todos los días.

Fui la cama donde dormía borracho un saco de huesos, vacío, escondiéndose de drogas y miserias por una vez. (Fuera llovía, era lunes y qué más daba todo.) Era un misterio tan fácil de descubrir que daba pena. (También daba limosna, de vez en cuando, para que el yonki pudiera volver a drogarse.)

Fui un semáforo y evité un accidente. Era una enfermera que cuida de una niña recién nacida, huérfana.

Fui fuego en la hoguera. Era las olas del mar, balanceándose y bailando al son de la brisa de verano en la noche de San Juan.

No tengo ni idea de quién fui ni de quién era, pero de lo que estoy seguro es de que hoy en día soy


y no es contigo.


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