22 mayo 2014

Desde que no estás, mis años tienen cuatro inviernos

Diciembre, enero, febrero: invierno.
La nieve sepulta mis recuerdos
y no espera derretirse por tu ausencia.
Los árboles son una absurda metáfora de mi alma:
están desnudos.
Soy un perdedor a bajo cero,
un derrochador de temperatura;
busco calores en otros brazos
y sólo encuentro inviernos en diciembre,
escarcha en enero
y enigmas congelados de otras vidas en febrero.

Marzo, abril, mayo: invierno.
Sin ti los meses pasan como granizo
y no dejan de dolerme los surcos que hacen sobre mi suelo.
Las nubes protegen mi corazón helado:
lo mantienen a baja temperatura.
Es diferente echarte de menos sin distancia
pero a cincuenta grados negativos,
esperar el sol y la playa de tu espalda
y recibir ventiscas en marzo,
aludes en abril
y heladas mentiras de otras bocas en mayo.

Junio, julio, agosto: invierno.
El calendario está tan frío sin tu aliento
que no sé si sobreviremos sin tu cuerpo.
Mis caminos se han cubierto de nieve: no sé hacia dónde ir.
Empezaré a buscarte cuando acabe la tormenta,
cuando el sol derrita mis miedos a perderte,
cuando pueda caminar sin resbalarme
y no haya más heladas en junio,
trineos en julio
y fríos amaneceres en otras camas en agosto.

Septiembre, octubre, noviembre: invierno.
Soy un puerto de montaña sin cadenas
y no puedo escapar de este frío sin tus piernas.
Los mapas no reflejan ya mis huellas:
estoy perdido.
Me perdí el día que te fuiste,
desde entonces sólo tengo invierno;
otras vidas, otras bocas, otras camas
y almohadas de hielo en septiembre,
nieve en octubre
y una espera interminable en otras chicas en noviembre.

Desde que no estás, mis años tienen cuatro inviernos.

Quike D-B

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